
Hablar de Liga sentenciada cuando aún estamos a mediados de Diciembre y quedan más jornadas por lucharse (22) que las que ya se llevan disputadas (16) podría parecer una locura. Sobre el papel, claro. Porque si además de a los números, atendemos también a las sensaciones, queda fuera de toda duda que esta Liga ya tiene dueño.
El Real Madrid dejó escapar dos puntos más, esta vez en casa y ante el vicecolista, el RCD Espanyol de Javier Aguirre, un empate totalmente inesperado y que descuelga aún más al equipo de José Mourinho. El FC Barcelona ya le saca la friolera de 13 puntos, una distancia que con lo que resta de campeonato sería recuperable, sí, pero no tal y como está el Madrid a día de hoy y, mucho menos, viendo como está el Barça.
Se puede discutir durante horas (bueno, yo seguro que sí) sobre si este equipo juega mejor o peor que el del último año de Pep Guardiola , pero lo que está fuera de toda duda es que la actualización que llevado a cabo Tito Vilanova ha convertido al Barça en una máquina de devorar rivales. Quince victorias y un empate en los primeros dieciséis partidos de Liga, una marca brutal.
El Atlético de Madrid que arrancó el encuentro como en sus mejores noches, las de las finales europeas. 4-4-1-1, con Diego Costa incrustándose con el cuarteto de la medular. Durante la primera media hora el centrocampo rojiblanco dio una lección (de cholismo) que es para ver repetida y ponerla en las escuelas. Los cinco hombres trabajan a saco para tapar todos los huecos con su extraordinaria capacidad para bascular (como ya dije hace un mes, los mejores junto al Levante en estas lides) y además lo hacen de manera escalonada, impidiendo que todo se resquebraje cuando un miembro es superado, pues siempre hay otro un par de pasos por detrás. En cuanto recuperan, salida rápida, a poder ser pasando por su gran quaterback, Arda Turan, y llegan al área rival en diferentes oleadas: Falcao y Costa en vanguardia y al menos tres llegadores detrás.
La ausencia de Cesc Fàbregas, pieza clave en la evolución Vilanova, llevó al técnico catalán a volver a la ortodoxia, mucho más cerca de las dos primeras ediciones guardiolistas que de la última: 4-3-3, laterales altos, Iniesta y Xavi por el interior, extremos totalmente abiertos, Messi libre. El equipo blaugrana sacrificó su nueva versión, en la que se estira más para ser más vertical y crear más ocasiones, por retomar su modo Posesión Total. Acaparó la posesión y perdió pocos balones, pero cada vez que lo hizo, el Atleti aprovechó para golpear.
Tres recuperaciones del Atleti acabaron en sendas ocasiones de Radamel Falcao. La primera, al palo; la segunda, cruzada en exceso; la tercera, golazo. Una pérdida de Messi en zona peligrosa sirvió para que El Tigre recogiera una pelota y tras deshacerse de Busquets en un toque, se lanzara en una carrera rapidísma para plantarse ante un Valdés al que superó con una sutil vaselina que supo esconder hasta el final. El gol del delantero colombiano rubricó maravillosa la primera media hora atlética.
Apareció al rescate Adriano, un futbolista en tal estado de forma que ni sus continuos problemas físicos parecen afectarle cuando vuelve a jugar. Hoy titular, en detrimento de un Alves que ha perdido mucha comba. El lateral de Curitiba recogió un balón cruzado en el pico derecho del área, controló, se perfiló hacia dentro y se largó un trallazo parabólico que fue a parar a la escuadra de un impotente Courtois. El empate fue medicina para el Barça y veneno para el Atlético. El partido cambió a partir de entonces.
Todo lo bien que habían defendido los rojiblancos, se esfumó en el último córner del primer tiempo, cuando fueron incapaces de despejar el centro y posterior rechace de Piqué. La pelota cayó a los pies de Busquets, que extrapoló un gesto muy suyo para deshacerse de rivales en centrocampo a una lance de definición: donde todos los pivotes defensivos del mundo la rompen de primeras, el pisó la pelota para provocar el derrumbe de Mario y Courtois y rematar posteriormente hacia arriba, evitando piernas ajenas.
A la vuelta del descanso pudimos ver que al Atleti le había hecho mucho daño irse al vestuario perdiendo el partido sin merecerlo. Filipe Luis tuvo que ser sustituido por lesión, entrando el Cata Díaz en su lugar, lo que llevó a Juanfran al lateral izquierdo y desplazó a Miranda al derecho. Esto provocó que la zaga atlética, afectada por tantos parches, diera varios pasos hacia atrás, lo que, a su vez, ocasionó que sus líneas se separasen demasiado. En esta nueva tesitura, los balugranas florecieron por los espacios.
El Barça mantuvo su apuesta por acaparar la posesión pero al enfrentarse a un rival mucho más largo, pudo crear muchas más ocasiones. Para colmo de males, justo cuando Diego Simeone introdujo un cambio ofensivo (Adrián por Mario, los locales marcaron su tercer gol. Faltaba por aparecer Messi y lo hizo por partida doble, tal y como nos está malacostumbrando: en el minuto 57 y en el 87, logrando un nuevo doblete que le pone ya con 25 goles.
David Villa ni siquiera fue el primer cambio del Vilanova (lo fue Thiago), pero lo más preocupante para él es que Alexis le ganase la partida en un partido en el que el rol del chileno no fue el habitual (dando profundidad al equipo desde el centro del ataque, haciendo de zapador para crear espacios a Messi), sino para el que fue fichado El Guaje: extremo abierto a la izquierda para atacar en diagonal. Desde luego que no parece que el lenguaje corporal de Villa y su perenne gesto de enfado y decepción vayan a darle más minutos.
Dieciséis jornadas, 46 puntos de 48 posibles. El Atlético a 9 y el Madrid a 13. Esta Liga es del Barça, la tiene prácticamente ganada y sólo él puede perderla.

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